lunes, octubre 29, 2007

Metro sexuales

"La 69

Viétnika Batres

Metro Sexuales II

Una tarde de 2005, Thao Nguyen se adentró en las profundidades del Metro en Manhattan. La chica, de 22 años y origen vietnamita, trepó a un vagón casi vacío, sólo habitado por un hombre blanco sentado cerca de una de las puertas. Lo que sucedió en los siguientes minutos se los contaría yo, pero les resultará mucho más ilustrativa la anécdota tomada de la página web de un tal Hang Tucker:

“No hace mucho una chica iba en el Metro y un tío se la sacó y empezó a sacudirse la sardina cual mandril tras comerse un cucurucho de viagras garapiñadas. La chica, con un par, sacó el móvil y le cascó (valga la expresión) una foto en todo el jeto. En cuantito llegó a casa la subió a Flickr”.
Efectivamente, al ver el acto que había montado aquel exhibicionista para ella sola, Thao, lejos de sentirse intimidada sacó su arma secreta: la cámara de su teléfono celular. Le tomó una foto y la subió a internet.
La cara —y todo lo demás— del tipo pasó de Flickr a Hi5, a MySpace y a cualquier cantidad de blogs y correos electrónicos. Además de realizar una campaña en el ciberespacio, la chava imprimió copias de la imagen con la información correspondiente y las repartió por todos lados. Los medios locales le dieron cobertura al asunto. Y es que Thao había anunciado que no bajaría la foto hasta que no apareciera el acosador. Fue tal la presión, que él terminó entregándose a la policía de Nueva York.

Dan Hoyt, restaurantero de Manhattan de 43 años, no soportó la vergüenza y debió esconder la cabeza cuando estaba formado para entrar a un sitio y fue reconocido por cuatro mujeres que le empezaron a reclamar a gritos su hobby secreto… ya no tan secreto.
“Bueno, finalmente se entregó y espero que consiga alguna terapia que lo ayude a no seguir exhibiéndose ante la gente —escribió Thao en la red—. Yo prometí que bajaría la imagen del pervertido del subterráneo cuando él se entregara y ya lo ha hecho”.
La chica agradeció a todos los que hicieron circular la foto por el ciberespacio: “Atrapamos a este tipo gracias a ustedes, amigos. Hayan apoyado esto o no, realmente aprecio que cada quien se tomara el tiempo de pasar la imagen y su historia. Si no fuera por ustedes, probablemente este hombre seguiría por ahí, molestando a otras mujeres”.
Parece que la experiencia con —o por— el masturbador público marcó a Thao de tal manera que pasó de ser activista a sentirse heroína… o casi. La chica remata así su mensaje al mundo: “Yo siempre quise hacer la diferencia en el mundo, pero no pensé que podría hacerlo por esta vía”.
Vaya. Y para que no quedaran dudas, en su sustitución de la foto del restaurantero colocó un banner de la Cruz Roja para recolectar donaciones destinadas a las víctimas del huracán Katrina.

Dejé de usar el Metro cuando mis papás me cedieron en comodato un vochito blanco. Justo a tiempo, pues ya estaba por renunciar a usar el transporte colectivo de vagones anaranjados por la cantidad de estúpidos a los que había que esquivar a diario.
El último que me tocó fue un tipo alto, joven, que se formó detrás de mí para esperar el arribo a la estación. Yo llevaba una falda floreada de algodón, larga, sin pliegues. El tipo bajó el brazo que le quedaba libre –el que no sujetaba el tubo del andén— y puso la palma de su mano sobre mi trasero. Así nomás.
Giré mi cabeza hacia él y le dirigí una mirada fulminante… según yo.
—¿Te puedo ayudar en algo? —le reclamé, en voz tan alta como inútil, porque nada más volteó a verme y movió la cabeza hacia los lados.
—No —musitó y se alejó unos milímetros.
Cinco segundos más tarde volvimos exactamente a la misma situación. Encabritada pero inhibida —tenía 19 años—, y sin espacio hacia dónde desplazarme, no se me ocurría cómo quitármelo de encima.
—¡Oye, esa nalga es mía! —casi grité. Los pasajeros alrededor ni se inmutaron.
—Ah, perdón… —dijo en tono apenas audible. Pero no se movió un ápice, su mano adherida a mi trasero. Obviamente yo era la que tenía que salir de ahí, aunque no veía cómo, apretujada entre tanta gente.
En segundos llegamos al andén. Salí disparada, haciendo maniobras para alejarme de mi acosador. Pero él se las arregló para alcanzarme y darme una nalgada, fuerte, inesperada. Me sentí torpe, tonta. ¿Qué debía hacer? ¿Perseguirlo? ¿Insultarlo? ¿Llamar a la policía?
Nada de eso hice. Caminé a la salida, convencida de que los fugaces testigos se reían de mí. Sí, me hubiera gustado tener un bat más que un celular con cámara.

Y a propósito, ¿por qué los vagones de nuestro Metro no tienen cámaras? Las imágenes de la agresión de un español racista y misógino contra una adolescente ecuatoriana, que han dado la vuelta al mundo en estos días, prueban su utilidad. ¿Qué tal si le agregaran ese poderoso elemento disuasivo a la campaña Acoso Cero?"

De EME EQUIS, nO. 91, 28 oct 007.


Por otra parte, en la edición hoy de CRÓNICA, en su versión pequeña, corta y gratuita, viene que hay una banda de extorsionadores en el Metro, en la cual básicamente una mujer comienza a gritar como loca diicendo que un hombre la manoseo, llega los de seguridad del Metro, se los llevan al MP, y luego la mujer pide 100 mil pesos para otorgarle el perdón al hombre "degenerado". En la nota se dice que están en contubernio elementos de seguridad del Metro, el MP y varias mujeres que visten de falda.
Así que mientras hay una campaña que tiene poco que comenzó en el Metro sobre el acoso o agresión contra las mujeres, también hay una campaña de personas que se aprovechan de la situación... Así que no se acerquen mucho a las mujeres en el metro, tiene doble finalidad...



2 comentarios:

Anónimo dijo...

también al tiro con las llamadas de telcel que te dicen que ganaste premio, sólo buscan que aflojes tu número de tarjeta de crédito.

Esponja Informativa dijo...

Así, y la principal sugerencia (y no consejo porque dar consejos es de...) en general, es ya no dar ABSOLUTAMENTE ningún tipo de información por teléfono. Por ejemplo, apenas hace unos días llamaron a mi casa, yo contesté, y lo primero que dijo una mujer fue ni nombre es tal, hablo de Bancomer, "¿con quién tengo el gusto?". Y yo di mi nombre, sin un apellido, pero ya con sólo tener el nombre es suficiente por lo menos para que alguien después simule un secuestro express (que ya me tocó o más bien a mi apa, que le dijeron que me tenían secuestrado, y yo andaba en la casa de unos cuates).
Por eso, ya ni digan su nombre si se los preguntan, y ya si preguntan por su nombre, pues de todas maneras no den nada de información.

Y ya ni hablar de los que te hablan porque dizque te ganaste un viaje...

Saludos